Novelass Exilio #2
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Luthyem, el señor Ornitorrinco (I mean myself!) y la comunidad te llaman, Novelass no está en línea.

 

 Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas

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Misi

Misi


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Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas Empty
MensajeTema: Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas   Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas EmptyMiér Jul 22, 2009 10:05 pm

Hola!
Realmente encuentro muy de mala suerte que solo haya subido un cap y luego el foro... se fue Sad y perdi mi maravillosa sinopsis Crying or Very sad
No me hagan caso... sé que a nadie le gusta esta situacion... desde ayer soy muy dramatica Rolling Eyes En fin, intentare hacerlo parecido al del otro foro...



Protagonistas: Tomas Rosales y Candy Marvell
Sinopsis:

Durante cinco años, la capital de Inglaterra ha sido atormentada por un grupo de ladrones que sólo se dedican a robar obras de arte, llamados Los Rosales. El apodo se debe al hecho de que tras cada robo los ladrones dejan una rosa negra.
Y nada más. Ese ha sido el único indicio que han dejado sobre su identidad.

¿Qué podía significar eso? Es lo que Candy Marvell, la hija del jefe de policía, siempre se ha preguntado.
Pero ahora ya no esta tan interesada en el asunto, puesto que después de tres años por fin ella y su grupo esta logrando obtener unos días de descanso.
Candy esta dispuesta a olvidarse de los ladrones que tanto la obsesionan y disfrutar de sus deseadas vacaciones en… Italia.

Pero al llegar ahí, sus vacaciones desde luego no serán ni tranquiláis, ni placenteras, sino más bien… peligrosas.




Capitulo 1




—¡Lo logro! ¿Cómo lo hace?

“Los Rosales... ¿Ladrones o Fantasmas?”

—Sí, vaya en esto no había pensado antes.

“Como siempre, nunca se sabe cuando van a actuar, ni que van a robar.
Es curioso que solo roban obras de arte...”

—Yo diría que tienen buen gusto.

“Es el tercer robo que se hace en el Museo Británico y en menos de dos semanas.”

—Son bastante rápidos. Parece que no les gusta perder el tiempo.

“Nadie sabe como entraron, ya que ninguna puerta fue forzada.
.....................................................................................................
El robo consistió en unas joyas que hace poco habían sido entregadas al museo. Fueron entregadas junto al cuadro, que también se robaron, y una estatua, unos días antes.”

—Ya lo dije, tienen buen gusto. ¡Esos rubines eran preciosos!

“Esta vez lograron engañar a la hija del jefe de policía de la ciudad, que estaba al cargo de la seguridad de las joyas que robaron esta noche.”

—Vaya publicidad que me hacen. ¡Maldita sea, me las pagaran!

—¡Candy! ¡Candy! ¡Mira esto! –se escucharon los gritos de una mujer, corriendo desesperada-
—¿Que paso ahora, Sam? ¿Qué arde?
—Nada. –dijo esta, parándose- Algo peor. Mira lo que pone aquí. –añadió, mostrándole un periódico-
—Ya lo sé. –replicó, levantando el suyo-
—¡Oh!
—Ahora terminaba de leer.
—¿Algún día los podremos atrapar? –se pregunto la joven morena-
—¡Claro que sí! –dijo la otra mujer, convencida-
—Yo que tú no estaría tan segura. Hasta ahora el único indicio que tenemos de ellos es lo que ellos nos han dejado saber... que son más de uno y ...
—Una rosa negra. –concluyó-
—Exacto. Una rosa negra, que ni siquiera tiene unas huellas digitales. No, Candy... nunca los vamos a atrapar. –sentenció soltando un suspiro-
—Mira como cierran: “Como siempre dejan atrás una rosa negra, intrigas y ...”
—¿Y que?
—“Corazones rotos.” -la morena soltó una risita-
—¿Y eso?
—Parece que las mujeres de Inglaterra suspiran por estos bandidos.
—Esto no me lo puedo creer. ¿Cómo? No saben sus rostros, ni siquiera el nombre...
—Mujeres... –bufó-
—Nosotras también somos mujeres. –protestó la recién llegada-
—Y policías al mismo tiempo, lo que significa que hace tiempo dejamos de pensar en tonterías. Nosotras vemos la vida como es en realidad, no el cuento que creen estas señoras... ja... “Corazones rotos” –volvió a repetir-
—¡Oh! Como me gustaría terminar con esta historia. Nos dejaron en ridículo... mira lo que pone aquí.

“Mientras el joven policía, Jason Trent había salido a refrescarse, su compañera Samantha Sheldon decidió acostarse un poco, debido al gran estrés por el que estaba pasando.”

—¡Por Dios! ¡Me dan ganas de estrangularlos! ¿Cómo se atreven a decir eso? No estaba durmiendo, el tipo que entro en el cuarto de los monitores me hizo desmayar. –se explicó la morena, Samantha-
—Ya lo sé, Sam. No te agites tanto... no vale la pena. Ya sabes como son los periodistas. Puros chismes siempre y casi nada de verdad.
—Pero cuando los atrapemos, ya verán.
—Yo hasta los admiro, sabes... –soltó Candy, pensativa-
—¿Cómo puedes decir eso? ¡Son unos criminales!
—Error Sam. –replicó la otra, inclinándose un poco hacia ella- Te consta que hasta ahora no han matado a nadie. Disparado sí, pero nunca para matar.
—Bueno, sí... ¿Y por qué dices que los admiras?
—Por hacer bien su trabajo. –la morena se quedó confusa- Llevamos cinco años persiguiéndolos. ¡Cinco años, Sam! –exclamó, acentuando el numero- Ninguna huella, ningún rastro... nada. Y siguen robando.
—Pero encontramos varios objetos robados.
—Sí. Las encontramos en posesión de gente muy rica, que probablemente se los compro.
—Este también puede ser un indicio... no guardan lo que roban. –explicó Samantha, agitando las manos-
—Un indicio que nos conduce a... nada. –replicó Candy con aire cansado-
—Sí, tienes razón.
—Cinco años... ¡Dios, creo que necesitamos cinco vidas para atraparlos! –dijo en tono desesperado-
—O hasta más... –añadió Samantha y las dos mujeres se miraron antes de estallar en risa-
—¿Cuál es el chiste? –pregunto un hombre, acercándose a ellas-
—Nada, aquí hablando de nuestra vergüenza. –contesto Samantha-
—Por eso las estaba buscando. –les dijo en tono serio-
—¿Que pasa, Jay?
—Tu padre quiere hablar con nosotros. –contestó mirando a Candy-
—¿Mi padre?
—¿Por qué te extraña tanto? Después de la estupidez de anoche, esta furioso. –dijo, acentuando la ultima palabra-
—¡Vamos, entonces!
Los tres jóvenes policías echaron a andar por los pasillos de la comisaría en dirección al despacho de su jefe. Que, además, era el padre de Candy.
—¡Hola padre! –lo saludó Candy, dándole un beso en la mejilla-
—¡Hola muchachos! –replicó él, con su siempre semblante serio-
George Marvell era el jefe de policía en la capital de Inglaterra. Normalmente era un tipo bastante serio e intimidaba lo suficiente con su porte derecho como el de un capitán del ejército. Las personas cercanas a él afirmaban que no lo veían más de un minuto reír y después su rostro adquiría una fachada melancólica por unos momentos antes de regresar a la seriedad. Era un hombre justo y con una mente fría, unas cualidades muy apropiadas teniendo en cuenta su trabajo.
Oh, eso sí… todos sabían que su único punto débil era su hija: Candy.
—Oí que nos estabas buscando. –le dijo su hija, antes de tomar asiento en una de las silla que se encontraban frente al escritorio del hombre-
—Necesito aclarar unas cuantas cosas con ustedes antes de irse.
—¿Irnos? –pregunto Candy, sorprendida-
—¿Adónde? –añadió Samantha-
—¿Nos despedirás? –le pregunto Jason-
Los tres jóvenes policías se quedaron mirándose, con los ojos como platos y llenos de preguntas y dudas. Los tres estaban esperando ansiosos la respuesta de su jefe. Ese podía ser el fin de sus carreras, o por lo menos una suspensión de cargo por un tiempo, y solo por culpa de esos miserables... Los Rosales, como los había nombrado la gente, debido a que dejaban una rosa en el lugar donde robaban.
—¿Nos despedirás, padre?
—¿Por qué? –preguntó él, abriendo las manos, antes de volver a unir las puntas de sus dedos-
—¡No fue nuestra culpa! Bueno, no del todo... –añadió Candy con una nota de desesperación en su voz-
Ella amaba su trabajo. En realidad, no se veía haciendo otra cosa. Y sabía que era muy buena en lo que hacía. Por lo menos lo había sido hasta que aparecieron Los Rosales.
Los tres empezaron a hablar al mismo tiempo provocándole un gran dolor de cabeza al señor Marvell.
—¡Silencio! –exclamó este, sintiéndose al fin de su paciencia, que era muy famosa entre toda la gente que lo conocía- Escúchenme, por Dios. Parecéis niños... –concluyó meneando la cabeza-
—OK. Habla, nosotros sabemos defendernos.
—Candy, ¿me dejas continuar?
—Por supuesto. –contestó ella cruzándose de brazos-
Y, por supuesto, ella era la única que se atrevía hablarle así.
—Bien, no sé si se acuerdan, pero unas semanas antes de que ocurriera todo esto del robo, me pidieron unas semanas de vacaciones...
—¿No las darás? –pregunto Candy, alzando una ceja, irónica-
—Sí.
—Oh ya sabía que no... ¡Oh! ¿Padre, nos dejaras irnos de vacaciones? –le preguntó emocionada-
—Sí, eso he dicho. Pero como tú no escuchas. –añadió, encogiéndose de hombros-
—¡Te quiero! –exclamó su hija, mientras se levantaba de la silla para darle un abrazo a su padre-
—Ya veo. –replico el hombre en un tono burlón-
—Muchas gracias, señor. –dijeron los otros dos jóvenes-
—Ahora vamos hablar de lo que paso anoche. –soltó el hombre y volvió al estatus de jefe de policía-
Todos se pusieron serios. Del cuadro de familia de antes sólo quedo la foto de un grupo de gente fría y calculadora.
—¿Quién empieza? –preguntó Marvell-
—Yo. –contesto Candy y el jefe le hizo una señal con la mano para que continuara- Todo marchaba bien. Las joyas estaban a mi vista.
—Candy, sin rodeos... –la advirtió, impaciente-
—OK. Lo que pasa es que me dio sed. Y tuve que ir pon un vaso de agua. –viendo la cara de su padre, añadió: —¿Qué, acaso no puedo tener sed?
—No dije nada, continua...
—Hacia un calor infernal allí adentro y por colmo el aire acondicionado no funcionaba.
—Lo han dañado. –contesto Marvell- Parece que esta vez ya no anduvieron con guantes, lo dañaron y punto.
—Ahora entiendo. –soltó Candy, asintiendo con la cabeza-
—¡Que mentes! –exclamo Jason, sin poder controlarse- Perdón...
—Si, tenemos que admitir que no les falta imaginación. –replicó el jefe-
—Como decía, fui por agua y entonces se apagaron las luces. De allí, sólo me acuerdo que después de entender lo que paso, corrí de regreso a la sala de las joyas, pero ya habían desaparecido. Avise a Jason, se armo un lío, pero nada más.
—Creo que es mi momento. –dijo Samantha, algo apenada- Yo estaba afuera, vigilando como Candy me había dicho.
—¿Y en ese momento no viste nada extraño? –la interrumpió Marvell-
—No señor. Todo parecía una tumba, había una tranquilidad pesada. Ninguna persona a la calle, bueno eran ya pasadas las doce. –hizo una pausa y luego continuó: —Jason, me pidió que intercambiáramos los lugares. Me dijo que tenía mucho calor. Y yo acepte. Y se lo juro que estuve muy atenta a los monitores, pero no vi nada. Después de unos minutos, oí que la puerta se abría, pensé que era Jason, pero al instante alguien me puso un pañuelo en la boca y me desmaye. De allí no me acuerdo nada.
—Aham... entonces entro y cuando vio que Candy se había ido, apagaron las luces. –medito el hombre-
—Aquí supongo que intervino yo. –dijo Jason- Como dijo Samantha, intercambiamos los lugares. Estaba todo tranquilo hasta que vi una mujer corriendo como loca por la calle. Lloraba desesperada diciendo que el novio la perseguía y que quería matarla. Yo intente calmarla, pero ella no entraba en razón. Esto duro bastante, después oí como Candy me llamaba, pero no pude actuar rápido porque ella no me soltaba, lloraba y lloraba...
—Ya entendimos eso, Jason. –le dijo el jefe y las dos mujeres mostraron una sonrisa, divertidas- ¿Y que paso después con la mujer?
—Le dije que me siguiera, que tenía que entrar, porque algo había pasado. Me dijo que sí, pero al instante un coche paso por enfrente, paro, ella se subió y se fueron.
—Armaron todo un circo. –concluyo Samantha-
—Una obra de teatro, diría yo. Se ve que tienen buen gusto. –añadió Candy-
Todos la miraron con el ceño fruncido.
—¿Qué? ¿Acaso no tengo razón? Los tipos sólo roban obras de arte.
—Sí, tienes razón. –admitió su padre- Entonces, ¿esto es todo?
—Sí señor. –contestó Jason- Todo paso muy rápido... perdón. –soltó al final, algo avergonzado, puesto que nunca les había pasado algo parecido-
—No pasa nada, muchachos. Bueno si pasa, pero los entiendo... el cansancio... por eso los mando de vacaciones.
—Te decepcionamos, ¿verdad? –le pregunto Candy, desilusionada-
—No, Candy... –contestó él inmediatamente-
—Padre, no somos niños y este es el primer caso que nos falla.
—Sí, pero...
—¡No digas nada! No quiero escuchar algo como: “Son muy buenos, pero…” o cosas así.
—Pero es verdad.
—Maldita sea, una vez tendrán que hacer un error. Y entonces nosotros estaremos allí.
—Eso espero. –dijo su padre, asintiendo con la cabeza-
En ese momento sonó el teléfono y el señor Marvell contesto. Al instante su rostro se puso todavía más serio.
—Discúlpenme, chicos, me tengo que ir. –se disculpó, mientras se levantaba- Candy, los boletos de avión están en tu habitación. –añadió, mientras se ponía la chaqueta-
—¿Ya los compraste? –le pregunto ella ilusionada-
—Iba a ser una sorpresa.
—¿Para donde?
—A donde querías ir. –contestó antes de salir de la oficina-
—¡Oh! No me lo puedo creer.
—¿Dónde querías ir? –le pregunto Samantha con curiosidad-
—Italia ... –contesto Candy, con los ojos brillantes-
—Vaya nos divertiremos muchísimo. –agregó Jason, con una amplia sonrisa en el rostro-
—Eso espero... necesito... paz y tranquilidad. –dijo Samantha, cerrando los ojos-
—Y lo tendrás. Italia es perfecta. –le aseguro Candy-
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firiel

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MensajeTema: Re: Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas   Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas EmptyMiér Jul 22, 2009 10:13 pm

mija tiene que guardar todo, uno no se puede fiar de estas cosas, así que ultra respalde y de paso nos escribe el capi 2
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Misi

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MensajeTema: Re: Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas   Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas EmptyMiér Jul 22, 2009 10:15 pm

Capitulo 2



Flashback


Después de que al Museo Británico de Londres le entregaron unos descubrimientos recién hechos en Italia, que consistía en un cuadro, una estatua y unas joyas de la noble Bianca Cappello, a pocos días iban a ser robados.
¿Los culpables?
La famosa banda de ladrones, que la gente llama “Los Rosales”, por el hecho de que después de cada robo dejan una rosa negra como firma.
Era evidente que los dos robos fueron obras suyas, así que el jefe de policía de Londres, George Marvell nombro a su hija, Candy, responsable del caso.
Ella junto a sus dos compañeros, que formaban parte de su equipo, se instalaron en el museo con el objetivo de vigilarlo.
Todo marchaba bien, parecía que esa noche no iban a venir a robar, había demasiada tranquilidad. Todo estaba en perfecto orden, menos el calor que reinaba en el museo, aparentemente el sistema de aire acondicionado no funcionaba y hacía un calor como en mucho tiempo no se había sentido.


-¿Entendieron lo que tienen que hacer?
-¡Sí, señor!
-Por favor, no me fallen. De esto depende nuestra libertad.
-¿Cómo crees, brother?
-¡Que comience la obra!



—¡Que calor! –exclamo Candy mientras miraba las hermosas joyas- wow- Si vienen por ellas, serán una gran captura. ¿Quién quisiera ese cuadro, o la estatua? Estas joyas si que valen. –dijo mientras las observaba-


Pero alguien también la observaba a ella.
-Parece que a la gatita le brillan los ojos por las joyas.
-¿Que dijiste, bro?
-Nada. Tú estés atento. Pronto entras en acción.
-Entendido.



—Ya estoy aquí, Jay. Puedes irte. –dijo Samantha entrando en el cuarto de los monitores-
—Gracias Sam. Te debo una. –replico él guiñándole un ojo-
—¡Apúrate!
—No aguantaba un minuto más ese calor. –dijo sonriente, mientras salía por la puerta-


-Bro, en el cuarto de los monitores, el policía cambio sitio con la morenita.
-Mejor no podía irnos.
-Lo mismo digo.



Eso fue algo tranquilo, a su lugar. Bueno, no demasiado a su lugar, puesto que los compañeros policías cambiaron sus sitios sin saber que eso sería su perdición. La gota que colmaría… su fracaso.
Después de pocos minutos iba a comenzar todo un circo, o una obra de teatro, mejor dicho. Los ladrones tenían buen gusto, como muchos afirmaban.

—Jay, se te... –la mujer no pudo acabar su frase, debido a que alguien le había tapado la boca con un pañuelo y al instante se desmayo-
—Perdón... –susurró el hombre que acababa de entrar- El trabajo es el trabajo.


-¡Apaga las cámaras y las luces!
-OK.
Y en un momento todo el museo quedó sumergido en la oscuridad.


Candy se había apartado por un momento de las joyas para ir por un vaso de agua. Sabía que había una maquina de refrescos en uno de los pasillos. Pero cuando a penas se había adentrado en el pasillo, las luces se apagaron, dejándola en una profunda oscuridad.
Algo estaba mal, pensó y todos sus sentidos entraron en alerta. Lo primero que hizo fue llamar a sus compañeros.
—¡Jay, Sam! Algo pasa… ¿estáis ahí? ¿Jay? ¿Sam?
Y después se dio la vuelta y corrió a la sala de las joyas. Pero demasiado tarde. Ya las había robado. Y en la vitrina sólo quedaba una hermosa rosa negra.
—Maldición. –soltó mirando enfurecida a su alrededor-


Mientras afuera, alguien corría por la calle con los ojos llenos de lágrimas.
Jasón observaba confuso la fuga de aquella mujer, preguntándose que le podía pasar. Pero no iba a esperar mucho tiempo en averiguarlo, puesto que ella se paró bruscamente a su lado y enteró las manos en su camisa.
—¡Oh señor, no sabe... –empezó a hablar, mientras las lagrimas corrían por su rostro-
—¿Que le pasa, señorita? –le pregunto Jason-
—¡Por favor... por favor, ayúdeme! Señor... ayúdeme, tengo miedo... –dijo y después le rodeó con sus frágiles brazos en un apretón desesperado-
—¿Pero que le pasa? –insistió él confuso-
—Me esta persiguiendo... ¡Me matará! –exclamó ella levantando la cabeza y apartándose un poco de él-
—¿Quién? –pregunto exasperado, casi gritando-
—Mi... mi novio...
—No se preocupe, esta a salvo.
—¡Jay, Sam! Algo pasa… ¿estáis ahí? ¿Jay? ¿Sam? –ese era su walkie y esa era la voz de Candy-
Algo andaba mal. Su cabeza empezó a dar vueltas frente a la situación que tenía delante. ¿Qué debía hacer? ¿Ayudar primero a la mujer? ¿Ayudar a sus compañeras?
—Perdóneme, tengo... –empezó él a decirle-
—¡No! –grito la muchacha- No me deje sola, por favor...
—Venga conmigo, entonces. –replicó él, tomándola de la mano-
—Eh ... –la mujer no sabia que hacer, sólo rogaba que su coche llegara pronto-
—Sí. No la puedo dejar, pero...
—Entonces no lo haga. –lo interrumpió ella clavando sus grandes ojos en los de él-
Y en ese momento, Jason supo que no lo iba a hacer.
Aquella triste mirada lo había golpeado en el corazón. Tenía los ojos más hermosos que había visto... parecían el mar al amanecer. O bien podía interpretar el azul del cielo en un día sin nubes. Y mira que los estaba contemplado a la luz de las farolas. ¿Cómo se vería a plena luz del día? No pudo evitar preguntarse, pero después sacudió la cabeza y trató de serenarse.
—Señorita, tengo que ir... mis compañeros me necesitan.
—Y yo también. –le dijo ella con voz temblorosa-
—¡Venga conmigo! ¿Por qué no quieres venir?
—Yo...
Ella estaba al fin de sus mentiras. ¿Qué podía decirle? Nada explicaba su curioso comportamiento. Cualquiera que realmente había estado en esa situación lo hubiese seguido. Pero no ella.
Ella sólo estaba actuando.
Y cuando pensó que él la tomaría sobre sus hombros como a un saco de patatas… su coche llegó.
Un magnifico Jaguar negro frenó frente a ellos y la puerta del copiloto se abrió. La mujer no lo pensó dos veces. Se zafó de la mano del policía y después de soltar un: “¡Me tengo que ir!” se subió al coche y este arrancó a toda velocidad, por las calles casi desiertas de Londres. Bajo la mirada aturdida de Jason.
—¿Que diablos ha pasado aquí? –se pregunto antes de salir corriendo hacia el museo-


-¡Perdón otra vez, Blanca Nieves! –dijo el hombre saliendo de la habitación, para dirigirse a su coche-
No tardo mucho en salir desapercibido del museo, puesto que todo estaba en total oscuridad y correr una calle más abajo, donde había dejado el coche. En pocos minutos frenó frente al museo y abrió la puerta del copiloto. Inmediatamente su cómplice subió y ambos salieron disparados hacia su escondite.
—¡Yu-hu! –exclamó el hombre que estaba manejando- ¡Volvimos a hacerlo!
—Y salió... perfecto. –añadió la muchacha que estaba sentada a su lado- ¿Donde nos esta esperando?
—En el casino... no sé por qué lo preguntas... –contestó en tono burlón-
—Para hacer conversación. –replicó la mujer de mala gana-
El hombre abrió la boca para contradecirla, pero finalmente desistió la idea. En cambio dijo:
—Esta noche no quiero pelear. ¡Estoy feliz!
—Yo tampoco. Esta noche significara nuestra liberación. –replicó sonriente-
—Hemos esperado este momento durante... cinco años.
—Cinco largos años. –repitió ella con un suspiro-



A Samantha la encontraron desmayada en el cuarto de los monitores.
En cuanto Jason informó a Candy de que ya iba hacia ella, esta se enteró de que habían cambiado su puesto con el de Samantha y corrió asustada hasta donde su compañera se encontraba.
—¡Sam! –grito horrorizada- Oh esta viva. –dijo aliviada después de comprobar su pulso-
—¿Que paso? –pregunto Jason, entrando de golpe en el cuarto-
—¿Por qué no llegaste antes? –replicó Candy, fulminándolo con la mirada-
—Larga historia ...
—Cuéntamela, como veras no tengo nada que hacer hasta que no vienen los demás.


El misterioso coche negro paró enfrente al casino “Live Las Vegas”. Los jóvenes bajaron y se dirigieron directamente hasta el cuarto donde siempre se reunían después de un robo.
Cuando entraron en la habitación, el tercer hombre ya estaba allí, esperándolos.
—¿Cómo es que siempre llegas antes? –pregunto el muchacho-
—Eres lento, Giovanni... por eso no te dejo robar las cosas. –contestó el hombre, con una media sonrisa en la cara-
—¡Son maravillosas! –se escucho la exclamación de la mujer, que en ese momento estaba mirando las joyas-
—Y son robadas. -añadió el hombre de mala gana-
—¿Qué te pasa, Tom? –pregunto la joven sentándose a su lado-
—Nada. –contestó este, negando con la cabeza- Estoy tenso y nada más.
—¿Cuándo vamos a entregar esto? –pregunto Giovanni, el joven chófer -
—Dentro de una semana... –le contestó el que se llamaba Tom-
—¿Por que tan tarde?
—Tenemos que dejar que se calmen un poco las cosas.
—¿La otra ya fue mandada? –preguntó la mujer en un tono distraído, sin poder quitar sus ojos de las joyas-
—Sí. Pero estas tenemos que entregarlas nosotros.
—¿Nos darán la libertad? –añadió la mujer-
—No lo sé... eso espero...
—¡Claro que sí! –exclamo Giovanni- Esto fue nuestro acuerdo. Hoy acaba el contrato.
—Con esa gente nunca se sabe... –dijo la muchacha pensativa-
—¡Mía, no seas pájaro de mal agüero!
—¡Y tú, insolente! ¡Malcriado!
—Estas insultando al brother, aquí presente. –replicó Giovanni indicando a Tom con la mano-
Pero el hombre ni escuchaba los gritos e insultos de sus dos jóvenes cómplices y hermanos. Estaba sumergido en un mar de pensamientos.
Todo había empezado por supervivencia y había terminado robándoles su libertad.


Fin FlashBack
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Misi

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MensajeTema: Re: Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas   Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas EmptyMiér Jul 22, 2009 10:18 pm

Citación :
mija tiene que guardar todo, uno no se puede fiar de estas cosas, así que ultra respalde y de paso nos escribe el capi 2

Ya lo sé, pero como iba a saber yo que esto ocurriria??? affraid (imaginate a ese que estaba suspirando-ya se k no se parece, pero bueno, no tengo mucha imaginacion ahora)
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lea

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MensajeTema: Re: Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas   Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas EmptyMiér Jul 22, 2009 10:30 pm

yupi!!!! apareció mi tom!!!!!! sunny

Quiero mas!!!!
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citu

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MensajeTema: Re: Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas   Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas EmptyMiér Jul 22, 2009 10:38 pm

Buen capitulo. Me agrada Ton esperando más.
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firiel

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MensajeTema: Re: Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas   Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas EmptyMiér Jul 22, 2009 11:40 pm

quién es Tom? el q manejaba? ahí me confundí
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Yoli

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MensajeTema: Re: Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas   Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas EmptyJue Jul 23, 2009 2:22 am

Fi el que manejaba creo que era Giovanni no??

quien les robo la libertad a estos tres??
esta intrigante Shocked
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Misi

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MensajeTema: Re: Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas   Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas EmptyJue Jul 23, 2009 12:23 pm

¡Hola lindas!
Aquí les dejo otro capitulo... el anterior a la salida para Italia Wink





Capitulo 3




Mía buscaba desesperada a su hermano que había salido del cuarto sin decir una palabra.
“¿Dónde te has metido, Tom?”, se preguntaba mientras lo buscaba.
—¿Sun? –pregunto a un camarero-
Sun era una de las damas de compaña del casino.
—No sé. Hace rato que no la veo.
—Ya entiendo. ¡Maldita sea! –exclamó entre dientes dirigiéndose a un pequeño cuarto del ultimo piso-
—¡Tom! –grito entrando en el cuarto-
Él estaba abrazado a la mujer, mientras esta intentaba quitarle la ropa.
—¡Mía! –grito al verla- ¿Cómo entras así? –exclamo horrorizado, apartando a la mujer de un empujón-
—Necesito hablar contigo.
—¿Ahora?
—Ya.
Tomás se levanto de la cama, abrochándose la camisa.
La mujer lo agarró de la mano para retenerlo, pero él siguió caminando. Sun fulminó con la mirada a Mía y esta le devolvió la mirada de forma más venenosa aun.
—Vamos entonces.
—Vamos afuera, no quiero que alguien nos escuche. –le dijo, agorándose de su brazo-

Después de salir del casino, siguieron caminando un buen trecho en silencio hasta que finalmente encontraron un banco y se sentaron.
—Bien, ¿qué té pasa? –le preguntó Tomas a su hermana, girándose hacia ella-
—¿A mí? –él asintió- Nada.
—¿Entonces?
—A ti té pasa algo. ¿Por qué no nos cuentas? Tom, somos tus hermanos, y hasta ahora nunca hemos tenido secretos. ¿Qué té pasa? ¿Por qué no hablas?
—No es nada, Mía. Me siento cansado, indispuesto.
—¿Cansado? ¿Indispuesto? –repitió la mujer-
—Sí, Mía, indispuesto.
—¿Después de un robo? Tom, ¿a quien quieres engañar?
—No entiendo de que me hablas...
—Después de un robo, nunca estas ni cansado, ni indispuesto, ni nada ... ¡Por Dios! Aceptamos que en parte nos gusta lo que hacemos. Nos gusta sentir esa adrenalina en las venas, contando los segundos en las cuales debemos actuar. ¡Reconócelo! –exclamó, alzando la voz-
—Esto era antes, Mía... antes de perder nuestra libertad.
—Pero la vamos a recuperar.
—No lo sé. –dijo negando con la cabeza-
—Yo prefiero creer que sí. Aun que, no sé... –dijo pensativa-
—No sabes, ¿qué?
—De que viviría después... –el hombre sonrió- En serio, Tom, aparte de robar no sé hacer nada... vender flores tal vez... –dijo con aire triste, encogiéndose de hombros-
—¿Por qué te acuerdas de eso? ¿Por qué siempre lo haces, Mía? ¡Diablos, yo lo quiero olvidar!
—¿Cómo? No se puede. Esos hombres nos humillaron, nos destruyeron... nos robaron lo más precioso e importante que teníamos…
—Nuestros padres. –concluyó él-
—¡Oh! Lo que más me saca de quicio... –dijo desesperada, dejando la frase en el aire-
—¿Qué?
—¿Por qué te metes con Sun? –le preguntó, fulminándolo con la mirada-
—¡Oh Mía! ¿Qué tienes en su contra?
—Acaso, ¿te gusta?
—¿Cómo crees? Es sólo... –empezó a decir, pero se paró sin saber como seguir-
—Para pasar el rato. –él asistió con la cabeza, algo avergonzado de hablar de esas cosas con su hermana pequeña-
—Tom, ahora en serio. No te metas más con esa tipa, no es de confiar.
—¿Acaso crees que le diré algo que nos perjudique?
—No. Pero Giovanni me dijo que ella sospecha algo con respeto a nuestra identidad.
—No tendrá tiempo de averiguar más. En unos días estaremos en casa. –dijo con un suspiro-
—Como me gustaría volver a escuchar la voz de papá –dijo Mía melancólica- volver a sentir las caricias de mamá... –añadió mientras los ojos se le llenaba de lágrimas-
Tomas la miraba y no sabia que hacer.
Desde que su hermana tenía diez años no la volvió a ver llorar. Y ahora lo hacia y en su presencia. ¿Qué se suponía que tenía que hacer? Sabía mil cosas, menos calmar a una mujer cuando llora.
—Mía, no... yo... –dijo tartamudeando-
—Oh Tom, no digas nada. –replicó, abrazándolo- Háblame como papá. –le pidió-
—No sé como hacerlo. –susurró él contra su pelo-
—Tú eres el que más se parece a él. Acuérdate como nos hablaba... –dijo la muchacha sin parar de llorar-
—No puedo... ya no me acuerdo su voz, Mía... ya no...


Flashback

-¡Entren! ¡Roben! ¡Maten! ¡Hagan lo que les plazca! –gritaba un hombre de cabellos oscuros y ojos maléficos-

-¿Que pasa, papá? –pregunto una niña de cabellos rubios rizados y ojos azul celeste-
-¡Están entrando como bestias! –exclamó una joven mujer que miraba por la ventana-
-Tenemos que hacer algo... –dijo apurado el hombre que sostenía a la niña en brazos-
-¡El túnel! –exclamó la mujer-
-¿Dónde están Tomas y Giovanni?
-Creo que en sus cuartos. Voy por ellos.
-¡Mama, mama! –gritaba un niño corriendo en brazos de su madre-
-¡Unos hombres entraron a la casa! –exclamo un joven muchacho de apenas dieciséis años-
-¡Tomás, coge a tus hermanos y salgan por el túnel!
-¿Y ustedes?
-Venimos luego.
-Vale. ¡Mía, Giovanni, vamos!
-¿Adónde? –pregunto la pequeña-
-No lo sé.

Fin flashback



—Los vi morir, Mía. –dijo el hombre con voz temblorosa-
—Oh Tom, cuanto me hubiera gustado retenerte en ese momento, cuando decidiste volver por ellos.
—No me acuerdo su voz, en cambio recuerdo perfectamente el llanto de mamá y los gritos de papá. –dijo, acabando en un tono furioso-
—Tomas... –le susurró ella acariciándole el rostro con ternura-
—No fue tu culpa. Ni nuestra...
—Ni de ellos...
—Quien sabe, Mía... quien sabe...
—Lo sabremos. Pronto regresaremos a casa y lo averiguaremos.
—¿Y qué? Probablemente no queda nada de nuestra casa.
Ella no hizo caso e sus palabras, en cambio preguntó:
—¿Te acuerdas por donde se llegaba al túnel?
—¿Y por que vamos a entrar por ahí?
—¿Y por donde quieres? ¿Por la puerta principal? Que nos vea todo el mundo.
—Tienes razón.
—Espero que no se haya quemado todo.
Tomas asintió con la cabeza, de forma cansada.
—Dentro de una semana estaremos ahí. –y entonces, cuando la platica parecía llegar a su final, Mía preguntó: —Oye, hermano, averiguaste algo sobre... –Tomas levantó una ceja interrogativa- La niña esa...
—¿Cuál niña? –preguntó y antes de que Mía pudiera contestarle algo soltó una risita nerviosa. Esa clase de risa que no es nada divertida, sino más bien histérica.
—Oh Ella. No. No tengo ningún dato de ella. Nadie la puede buscar sin saber nada. –le explicó a su hermana, aun así no pudo evitar no acordarse, nuevamente, de su rápido encuentro-


Flashback

Era un día lluvioso de otoño, los tres hermanos apenas había llegado a Inglaterra.
Estaban solos en un país desconocido, sin nadie que los ayude. Habían vagado días y días por las calles. A penas se daban cuenta de cómo habían llegado tan lejos.
A un vendedor de flores le dieron pena los tres niños abandonados y decidió ayudarlos, poniéndolos a vender sus flores.

Y aquel horrible día, cuando tenían frío y hambre y pensaban que en cualquier momento iban a soltar su último aliento, por la calle se asomó una pequeña señorita de cabellos rizados y ojos grandes cafés. Llevaba un pequeño sombrero y un vestido negro. Las lágrimas mojaban su blanco rostro y estaba agarrada a la mano de su padre como si la vida le dependiera de aquello.
Se pararon frente a un semáforo y entonces un niño mal vestido se aproximó a ellos, preguntándolos si querían comprar rosas. El padre de la muchacha negó y el muchacho de ojos oscuros y tristes, se alejo de ellos. Sabia muy bien que si insistía se iba a arrepentir.
Pero la pequeña señorita se le acerco y con voz temblorosa le pidió una rosa.
-¿De que color la quiere? –le pregunto él avergonzado-
-El que tú quieres. –contestó ella-
Y entonces, el muchacho le dio una hermosa rosa negra.
-¡Gracias! Es muy linda. –le dijo ella, agarrando la flor con suavidad, preguntándose como él había acertado tan bien el color del que estaba vestida su alma aquel día-
Coincidencia… probablemente.
-¿De verdad te gusta?
-Sí. –contesto tímidamente- Aquí tienes. –dijo tendiéndole una moneda-
-No. Se la regalo. –replicó él, aunque no supo porque-
En realidad necesitaba el dinero… cualquier insignificante moneda.
-Entonces tome la moneda como regalo, también. –le dijo ella, poniéndosela en su mano, para después irse y nunca mas volver-

Fin Flashback


***



Candy estaba preparando ilusionada su maleta.
Aunque todavía quedaban tres días para irse quería estar segura de que no se olvidaba de nada.
Este viaje era muy importante para ella y no sólo porque hacía tres años no tenía unas vacaciones, sino porque siempre quiso conocer Italia. Su madre le había hablado tantas veces sobre ese magnifico país, que se sentía enamorada antes de llegar a conocerlo ella misma.
Su madre, Oh Cuanto extrañaba a esa mujer de cabellos rojos y ojos azules. Era la mujer más hermosa y buena del mundo. Candy no la pudo olvidar ni un segundo, desde que ella los abandono. Y lo que más no podía olvidar era que no los abandono por voluntad propia. La muerte la había agarrado desprevenida y se la había llevado sin impórtale que dejaba atrás un hombre que la amaba más que a su propia viada y una hija de apenas catorce años.
Su madre murió cuando unos ladrones entraron robar a su casa. La desgracia fue que no eran simples ladrones, eran villanos despiadados que mataban a cualquiera que se interponía en su camino, y la mala suerte la tuvo su madre.
Desde entonces, Candy supo que su destino era parar a estos malvados que robaban, mataban y no servían para nada más que para hacer mal.
Los odiaba con todo su corazón y frente a ellos se mostraba igual o peor de despiadada que ellos. Con ellos se comportaba como una persona sin corazón, vendada a los ojos y a los oídos, con sangre fría y mirada de hielo. Se sentía como un cazador cada vez que iba en su encuentro, como un depredador dispuesto a manchar su hermoso pelaje con sangre. Y después, cada vez que pensaba en eso se arrepentía. Por que ella no era así de mala, en realidad, pero frente a ellos no podía controlarse. Y nunca había fallado.
Mejor dicho nunca lo había hecho hasta ahora.
Hasta que Los Rosales, los ladrones más cínicos y descarados se interpusieron en su camino.
Había aprendido a pensar como los criminales, como los ladrones, había aprendido a leer sus pensamientos, menos las de unos en especial: Los Rosales. De ellos nunca sabía a que esperarse. A veces montaban circos y grandes alborotos y a veces trabajaban como “fantasmas”, como habían dicho los periódicos. Nunca actuaban de la misma forma, siempre planeaban y calculaban muy bien sus pasos. No dejaban huellas, rastros, nombres, voces y mucho menos caras.
Había llegado a odiarlos como a nadie en la vida. Le había destruido la vida, de una u otra forma y estaba dispuesta a vengarse.
¿Pero cuando? ¿Cuándo tendrá la oportunidad de hacerlo?
Los odiaba, los odiaba porque en el fondo de su ser los admiraba.
Se asustaba cada vez que se despertaba diciendo que los admiraba. No, ella tenía que odiarlos, odiarlos porque al fin y al cabo eran iguales que los demás. Tal vez un poco más astutos, pero estaba convencida que tarde o temprano harán un error y entonces, entonces allí estará ella.
Los atrapara y oh cuanto disfrutara el momento de meterlos a los calabozos más oscuros de la prisión, de hundirlos para siempre. Sin importarle en lo más mínimo, sin corazón, con sangre fría y mirada de hielo.

Mientras hacía las maletas, Candy pensaba en mil cosas, en como lo pasara en sus largas vacaciones, que sitios iba a visitar, lo mucho que se divertirá con sus mejores y fieles amigos, Samantha y Jason.
Ellos se habían hecho amigos desde que estudiaban. Jason era un año mayor que ella. Era un hombre de honor y palabra, un hombre justo que quería que todo el mundo fuera justo. Creía que podía cambiar el mundo o por lo menos intentarlo.
Mientras que Samantha, de la misma edad que ella, era hija de un policía. Atrapada en este mundo la muchacha no supo que otro camino tomar que no fuera el de ser policía, una persona de la ley como su padre al que admiraba con todo su ser. Era una persona de buen corazón, dispuesta a ayudar a los demás, aunque esto significaría dar la vida por ellos. Creía en la justicia y que las personas merecen una segunda oportunidad, la última cosa no le agradaba mucho a Candy, pero aceptaba a su amiga tal y como era.
Ellos no eran personas que se divertían mucho, pero a veces acostumbraban a reunirse en el apartamento de Jason a ver alguna película, hablar o... jugar a las cartas. Jason las había enseñado mientras él había sido guardia en una prisión. Y disfrutaban bastante con aquel juego, aunque a la vez pensaban que los viciosos son personas que han perdido el cerebro en estos juegos, sin darse cuenta que ellos mismos perdían la cabeza mientras jugaban.
No se daban aires de grandes, aunque muchas veces lo habían podido hacer. Eran personas humildes pero con carácter. Carácter y orgullo, apreciaban estas características más que ningunas otras. Si bien podían decir que entre los jóvenes policías eran los mejores, nunca presumían, para ellos lo importante era cumplir la ley e intentar acabar con la plaga que destruyan todo que atrapaban.
Aun así, sentían un placer que no podían describir al tiempo que atrapaba a los villanos. Candy muchas veces había aceptado que no dudaría en acabar por completo con uno de ellos. No les tenía lastima, como ellos tampoco tenían lastima de los demás.
En cuanto a Los Rosales... ellos habían invadido por completo su mente. Se pasaba horas y horas analizando su modo de actuar y nunca llegaba a ninguna conclusión. Los tipos no guardaban lo que robaban, pero tampoco robaban dinero.
“Son extraños”, se repetía la joven una y otra vez. “Nuca podré llegar a entenderlos.” Después de que una vez más se dijo eso se acordó de una frase del periódico: “Corazones rotos” resonó en su cabeza y le entro una risa histérica.
—No pensé que las mujeres de hoy en día fueran tan románticas. –se dijo a sí misma sin dejar de sonreír- ¡Por Dios! Pueden que sean horribles y estas tontas están suspirando por ellos. ¿Por unos criminales? ¿Por qué a las mujeres les atrae los hombres malos? –se pregunto sin siquiera entender por que hizo esa pregunta-
Ella nunca se había enamorado y prefería no hacerlo. Después de ver el sufrimiento de su padre después de perder a su madre, se dio cuenta que nunca se iba enamorar. Pero al mismo tiempo le hubiera gustado tener a alguien en casa, que la esperara todas las noches, alguien que velara por ella y hacerla sentirse frágil, desprotegida y protegida al mismo tiempo. A veces soñaba con alguien que la abrasara y susurrara que la amaba.
Pero esos eran solo sueños.
“El amor no existe”, se decía. “Lo que pasa es que la gente se acostumbra con la presencia de otra persona y eso lo nombran... amor.” Esa era su teoría.


Espero sus opiniones... Smile
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firiel

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MensajeTema: Re: Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas   Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas EmptyJue Jul 23, 2009 4:09 pm

Sad Vamos a ver si luego dice que el amor no existe.
buen capítulo, ya quiero que se conozcan XD
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Yoli

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MensajeTema: Re: Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas   Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas EmptyJue Jul 23, 2009 5:00 pm

Así que Tom y Candy se conocieron de niños Smile

vamos a ver si ella sigue con las mismas teorias sobre el amor cuando se encuentren Cool
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lea

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MensajeTema: Re: Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas   Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas EmptyJue Jul 23, 2009 8:46 pm

ay mi tom, probrecito etá triste....y me dio mucha penita la escena d eloos de niños. Crying or Very sad

No me gustó lo de la tal sun!!!! ¬¬

Quiero mas!!!!
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Misi

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MensajeTema: Re: Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas   Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas EmptyVie Jul 24, 2009 9:33 pm

Hola lindas!
Ahi va la primera parte del cuarto capitulo... espero que les guste Wink





Capitulo 4




La semana había pasado bastante difícil para ambas bandas.
Los policías estaban ansiosos por comenzar sus vacaciones y los ladrones para obtener su libertad. Así que era de entender que explotaran pequeñas discusiones por cada tontería. Como la de Candy y Samantha…
—¡¿Te quieres apurar, Sam?! No tenemos todo el día... –exclamo Candy mirando a la mujer que intentaba cerrar su maleta-
—¿Me puedes ayudar? ¡No se cierra! –contesto enfadada-
—¿Y para que tantas cosas? –preguntó Candy mientras intentaba cerrar la maleta-
—Uno nunca sabe de lo que va a necesitar... –contestó encogiéndose de hombros-
—¡Vamos! –grito, cuando por fin cerro la maleta-

O la, un poco aún más absurda, discusión de Giovanni y Mía.
—¡Giovanni, deja mi bolso en paz! –gritaba Mía, apuntándolo con un dedo-
—Mía, tu no vienes conmigo con este bolso. –le decía el joven decidido-
—¿Qué tiene mi bolso?
—Es... es muy... rosa... –contestó, poniendo cara de asco-
—Giovanni, es mi bolso de la suerte. –le explico en un tono que cualquiera hubiese creído que le estaba hablando a un niño-
—Vaya... –empezó él a decir, antes de que el hermano mayor llegase al cuarto para poner fin a la absurda discusión-
—¡Ya dejen de pelear! Me tienen enloquecido. –soltó exasperado-Giovanni lleva esa maleta al coche, Mía deja el maldito bolso y vámonos. –añadió agitando un brazo en el aire, como si fuera un general de ejercito-
—¿Qué? No dejare mi bolso... –replicó Mía, abrazándolo contra su pecho-
—Si no lo haces yo mismo te lo tiro a la basura. Tú escoges. –le advirtió Tomas, tomando otra maleta
—Vale. Ahora cambio las cosas en otro bolso.
—Ves. ¿Por qué siempre tienen que hacer tanto alboroto? –exclamo su hermano, con aire cansado-
Mía asintió no muy complacida y fue en busca de otro bolso, arrastrando los pies, sabiendo que eso también molestaba a su hermano. Pero con algo debía castigarlo por haberse puesto del lado de Giovanni. “¡Hombres!” mascullo disgustada.
—¿Dónde dejaste tu monstruo? –le pregunto Giovanni a su hermana en cuanto esta se acercó al coche -
—Ya, deja de burlarte... –replicó ella, subiéndose al coche, decidida a ignorarlo-
—Giovanni, para con tus chistecitos o te tiro por la ventana. –le advirtió Tomas, de mal humor-
—Vaya, que nervios. Ya, no diré nada más. –concluyó, levantando las manos a modo de rendición-

Minutos mucho más tarde, ambas bandas habían llegado al aeropuerto y esperaban ansiosos su partida. Cada uno por motivos muy diferentes, desde luego. Porque mientas unos estaban inquietos sólo por sentir que finalmente iban a estar lejos de todo esto disfrutando de unas muy merecidas vacaciones, otros estaban nerviosos y al borde de la histeria porque el último encargo había sido un tanto extraño. Ya que no encontraban respuesta a la pregunta: ¿Por qué debían ellos mismos entregar las joyas?

—¿Candy puedes caminar más despacio, por favor? –le pidió su amiga, mientras prácticamente iba corriendo detrás de ella-
—Quédate aquí, yo llevaré tu maleta y regreso. –replicó esta, dejando a Samantha en frente a una cafetería- Me compras un café bien fuerte. –añadió mientras caminaba de espaldas-
—¡Candy! –chilló Samantha a modo de advertencia-
—O no, mejor dos. –le decía la otra, aún mirándola y no prestando atención a su camino-
—¡Candy! –gritó Samantha otra vez, intentando avisarla, pero esta no la dejó terminar su frase, otra vez-
—Y también algo de comer... o mejor no. –le gritaba, mientras avanzaba-
—¡Cuidado! –fue la ultima cosa que grito Samantha antes de que su amiga aterrizara al suelo-
—¡Maldita sea! –soltó Candy viéndose a tierra-
—Discúlpeme, señorita. No la vi. –escuchó la voz de un hombre y luego vio su mano tendida, para ayudarla a levantarse-
—¿Y donde diablos mirabas? –le preguntó ella furiosa, después de aceptar su ayuda-
—¿Y usted? –replicó él, arqueando una ceja al tiempo que mostraba una sonrisa burlona-
Entonces Candy levantó la vista hacia él y ambos se perdieron en el tiempo.
Ella era esbelta y bastante alta, probablemente un metro setenta. Tenía una postura recta, digna de una reina. Los cabellos rojos y rizados, enmarcaban su rostro de pómulos altos, nariz pequeña y unos labios generosos. Sus ojos eran grandes, cafés y... fríos. ¿Los ojos cafés podían ser fríos? Tomas casi pudo decir que sintió un escalofrío recorriéndole la espalda, cuando ella lo fulminó con la mirada.
Pero ella también quedó impresionada. Él probablemente era el hombre más alto que había visto, y mira que trabajaba casi solamente con hombres. Tenía los hombros anchos y la camisa se modelaba perfectamente a su torso, con unos brazos muy fuertes. Sus cabellos eran oscuros igual que sus ojos. Candy no podía decir con exactitud cual era su color, pero habría jurado que había visto un destello de verde en ellos. Poseía un rostro igual de fuerte que todo su cuerpo y lo único que suavizaba sus rasgos era una sonrisa irónica... No, al mirarlo mejor, Candy podía jurar que su sonrisa no era sólo irónica, sino más bien… maléfica.
—Una vez más me convenzo de que la elegancia de los inglese y sus buenos modales son sólo… cuentos. –le habló él, finalmente, y en un ingles perfecto-
—¿Acaso usted no es de aquí? –le preguntó ella, aún sin soltar su mano. Cosa que ninguno de los dos había percibido.
—No. –contestó él-
—¡Candy!
Escucho a su amiga, y al girar la mirada observó que esta venía hacia ellos corriendo. Entonces él soltó su mano.
—¿Nos conocemos? –no pudo evitar preguntarle, girándose hacia él y mirándolo entrecerrando los ojos, como si lo estuviese estudiando-
—No creo que frecuentemos los mismos lugares... –contestó con indiferencia-
—Oh ¿Y que lugares frecuenta usted?
—¿Es un interrogatorio? –le pregunto con una sonrisa burlona-
—No, no, claro que no. –dijo negando con la cabeza-
—Intente advertirte, Candy, pero no me hacías caso. –le dijo su amiga, al llegar a su lado- ¿Estas bien?
—Perfectamente. El señor... –dijo volteándose- ... ya no esta. –concluyó asombrada-
—¿Dónde habrá desaparecido tan rápido? –se preguntó Samantha, que si no fuera porque los hubiese visto hablando hacia un rato, había jurado que nunca estuvo ahí-
—No lo sé. –contestó Candy meneando la cabeza, aunque la pregunta de Samantha en realidad no esperaba respuesta-
—Vaya… -murmuró, atrayendo la mirada curiosa Candy: —¡Que hombre!
—¡Sam! –exclamó su amiga- Nunca pensé escucharte decir eso. –añadió, parpadeando con incredibilidad-
—¿Qué? ¿Acaso me crees ciega?
—Bueno... No, supongo. –contestó y rápidamente se sintió obligada a añadir: —Oh pero era un arrogante.
Samantha pareció pensárselo y después de unos segundos replicó con seriedad:
—Pero lo demás estaba bueno.
Candy asintió sin darse cuenta y ambas acabaron estallando en risas.
—¿Qué me perdí? –pregunto Jason, acercándose a ellas-
—La caída de Candy. –contesto Samantha-
—¿Te paso algo?
—No, estoy bien. Choque con un hombre. –dijo, agitando la mano en el aire-
—¡Vaya!
—No es lo que tú crees.
—No he dicho nada. –se defendió él, encogiéndose de hombre-
—Además, era demasiado arrogante para mi gusto.
—Pero lo demás...
—¡Calla, Sam!
Jason sonrió y no pudo reprimir las ganas de preguntar:
—¿Y que le ves malo en esto, Dee? –sabiendo que ella se iba a molestar-
—Ay ya. Fin de la discusión. ¡No puedo con ustedes! –exclamó, cogiendo la maleta- Dos cafés. –agrego volteándose para mirarlos-


“Parece que la gatita se toma unas vacaciones.” pensó Tomas, mientras recorría los pasillos del aeropuerto en busca de sus hermanos. “¿Me pregunto a donde ira? Al Polo Norte, supongo.” Se contestó a sí mismo.
Cuando finalmente llegó al lugar donde los había dejado, observó que Mía no estaba y se puso furioso nuevamente nuevamente. ¡La orden había sido clara: No se muevan de aquí! Pero parecía que Mía no le había escuchado.
—¿Dónde esta Mía? –preguntó furioso-
—Al lavabo. –contestó Giovanni con tranquilidad-
Tomas asintió y se sentó a su lado en el banco.
Pasaron unos veinte minutos y Mía no daba señales de querer regresar del… lavabo.
—¿Dónde dijiste que estaba Mía? –le pregunto nuevamente a su hermano-
—Al lavabo. –contestó Giovanni, evitando su mirada-
—¡Giovanni, mírame! –él obedeció- ¿Dónde esta Mía? –le preguntó por última vez-
—No sé. –contestó, encogiéndose de hombros- Me dijo que iría a ver algunas tiendas de por aquí. –añadió, mirándose las uñas, distraído-
—¡¿Pero no les dije que se quedaran aquí?! –exclamó Tomas irritado-
—Bueno... sí.
—¿Cómo que... bueno sí? –ya estaba gritando-
—Tom, hermano estas gritando. –le informó con una paciencia que sacó más de su casillas a Tomas-
-Pues que se entere la gente, que tengo dos hermanos que no escuchan cuando les hablo. –le dijo, pero puesto que hablaban en italiano, probablemente la gente no se enteraba de lo que decían- ¿Dónde habrá ido esa loca? –se preguntó en un tono más calmado-
—A las tiendas. –contesto Giovanni, como si fuera obvio-
—Tenemos que marcharnos dentro de... –miró su reloj- … cinco minutos y ¡ella no esta aquí! –exclamó desesperado-
—Ya vendrá.
—Sí, cuando el avión ya se haya ido.
—¡Ya estoy aquí! –exclamo Mía con una sonrisa de oreja a oreja-
—Mía... ¿donde dije que los quería ver? –le preguntó al tiempo que se levantaba, seguramente con la idea de intimidarla. Pero eso nunca había funcionado con su hermana.
—Aquí. –contestó ella de forma inocente-
—¿Y? –preguntó alzando una ceja-
—¿Y que? Acaso, ¿no puedo ir al lavabo?
—No diría que fuiste allí. –replico él, indicándole con la cabeza la bolsa que tenía en las manos.
—¡Oh! No te acuerdas que te dije que quería un recuerdo de aquí, pues fui a buscarlo. –le explicó, prácticamente regañándolo-
Tomas parpadeó sorprendido. ¿En que momento se habían cambiado los papeles-
—¡Oh Vamos! –dijo agarrándola del brazo-
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Misi

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Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas Empty
MensajeTema: Re: Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas   Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas EmptyVie Jul 24, 2009 9:33 pm

Diez minutos más tarde, se estaban subiendo al avión.
Tomas miró por última vez el aeropuerto y pensó que nunca más lo volvería a ver. Nunca más pensaba irse de Italia… y mucho menos para regresar aquí.
Mía había sido la primera en subir al avión, buscando desesperada su sitio. Cuando por fin se dio cuenta donde era, se dirigió hacia allí como una tormenta, deseando que su sitio fuese a la ventana. Así que ni observo cuando casi derrumba a un hombre, pero claro… ¡era la primera vez que iba en avión!
—¡Fíjese por donde pisa, señorita! –le grito el hombre-
—¡Perdón! –contesto sin siquiera mirarlo-
—Mujeres... siempre corren como locas. –soltó él, antes de sentarse-
—Cuidado con lo que dices, Jay. Yo también soy mujer. –le advirtió su compañera-
Mía casi brinca de la felicidad cuando vio que su lugar estaba a la ventana, pero se le acabo pronto la felicidad al ver que a su lado se sentaba... Giovanni.
—¡Chicle! –le dijo al verlo sentarse a su lado-
—No es mi culpa. Tom compro los pasajes. –se defendió este- Yo tampoco me había sentado a tu lado.

Candy avanzaba nerviosa por el pasillo buscando su asiento. El numero 13. “vaya suerte que me toco”, pensó mientras se dirigía hacia allí.
—¿Señor, me permite pasar? –pregunto al llegar a su sitio-
—Claro. –contestó el hombre, levantando la vista-
—¡Oh no! –soltó ella al ver a quien tenía como compañero-
—Usted otra vez. –replicó el hombre al mismo tiempo que ella-
—Ya dije que tendría buena suerte con mi sitio. –murmuro, mirándolo incrédula-

-Señores, por favor siéntese. –oyó decir a la azafata-

—Pues ven y siéntate tú aquí. –masculló Candy mientras tomaba asiento-
—Estaría encantado de tenerla como compañera. –le dijo el hombre, que había escuchado su comentario-
—Y entonces ¿por qué no la llama? Con mucho gusto cambio mi lugar.
La azafata había empezado con sus explicaciones, pero ellos tenían cosas más importantes que hacer como para escucharla. Por ejemplo… discutir.
—Oh Aparte de policía, también es azafata. –le dijo él irónico-
Candy lo miró perpleja y él se dio cuenta de la estupidez que había dicho.
—¿Cómo sabe que soy policía?
—Hule a kilómetros. –contestó él con su sonrisa burlona-
—Oh Aparte de arrogante también es perro. –replicó ella satisfecha por hacerlo callar-
Él no le contesto, esta vez. Se limito a sonreír cambiando la mirada de ella en la azafata.

—¡Giovanni, deja de moverte! –le dijo Mía por tercera vez, pero él no la escuchaba debido a que tenía puestos los auriculares- ¡Giovanni! ¡Giovanni, caray! –grito esta vez Mía, desesperada porque su hermano no dejaba de tamborilear con los dedos en le posabrazos y además, movía sus pies y la cabeza y… ahh Mía sentía ganas de tirarlo por la ventana. Que pena que estas no de abrían.
Antes su voz demasiado levantada, su grito, todos los pasajeros giraron la cabeza en su dirección.
—¿Qué? –preguntó Giovanni finalmente, con inocencia-
—¡Oh me sacas de quicio! –replicó la joven, desesperada- Y deja de moverte. –añadió fulminándolo con la mirada-
—Señores, no hagan tanto ruido. –les pidió una azafata, inclinándose hacia ellos-
Giovanni se quedo mirándola, sonriendo de forma inocente.
—¡Hombres! –soltó Mia volviendo su mirada en la revista-

—¡Que gente! –soltó Candy, después de escuchar los gritos-
—Sí. –masculló Tomas molesto, sabiendo quien había hecho todo ese alboroto-
—Se ve que no son de por aquí. –lo atacó Candy-
—Puede ser...
—Así es. No hablaban ingles y sus nombres tampoco lo eran. –argumentó ella-
—Tal vez a la madre le gustaba los nombre italianos. –replicó él irónico- O el padre es italiano. –añadió, disfrutando del enfado de la mujer-
—Para todo tiene respuestas, ¿verdad?
—Puede ser... –contestó, dirigiéndole esa sonrisa burlona, que Candy ya empezaba a odiar-

—Jay, ¿Cuánto dura el viaje, exactamente? –le preguntó Samantha algo nerviosa-
—La verdad, no lo sé. –contestó él- ¿Pasa algo-
—No. –contestó con demasiado énfasis- Voy al baño. –añadió nerviosa-
—Pasa.

—Giovanni, deja de mirar a la muchacha.
—Y tú deja de espiarme.
—El espía aquí es otro.
—¿Y que tanto lees? –le preguntó girándose hacia ella-
—Una revista. ¿No ves?
—Oh claro... cuando no estas con un libro, es porque estas con una revista. Se me olvidaba que me siento junto a la “Señorita Inteligencia”
—Y yo con el “Señor Risitas Estúpidas”
—Ah... voy al baño. –soltó exasperado y Mía mostró una sonrisa satisfactoria, sabiendo que había ganado la batalla.
—¡Hola señorita! –le dijo a una azafata, con su encantadora sonrisa-
—¿En que lo puedo ayudar?
—En... –empezó él a decir, pero enmudeció al ver salir a Samantha del baño- ¡Blanca Nieves! –soltó asombrado-
La mujer le dirigió una mirada confundida y la azafata también.
—¿Qué dijo, señor?
—¿Me deja pasar? –le pregunto Samantha al mismo tiempo-
Él se quedó un rato mirándola, lo que la hizo extrañarse aun más y luego, de repente contestó:
—Sí, claro. –y se hizo a un lado-
—Gracias.
—Bien, ¿en qué lo puedo ayudar, señor? –volvió a preguntarle la azafata-
—En muchas cosas, pero creo que no tienes tiempo. –contestó él, al tiempo que se daba la vuelta y regresaba a su sitio-
La azafata se quedo mirándolo sorprendida pensando que probablemente estaba loco.

—¡Mía! ¡Mía!
—¿Que pasa? –pregunto ella molesta-
—Vi... a... oh... no me lo puedo creer. –tartamudeó mientras se sentaba en su sitió-
—¿A quien viste? –le preguntó su hermana, dejando la revista en su regazo y mirándolo con fingida paciencia-
—Era ella... seguro.
—¿Quién? –pregunto desesperada-
—¡Blanca Nieves! –soltó Giovanni-
Mía empezó a reír.
—Y los siete enanitos, ¿verdad? –le dijo, aún riendo-
—Enserio.
—¿Y donde los viste? En la ala del avión. –le preguntó irónica-
—No. En el baño.
—Oh Giovanni, ya sabía que estabas loco, pero ahora me preocupas. ¿Tienes fiebre? –le preguntó, tocándole la frente-
—¿Qué te pasa Mía? No tengo nada. –replicó él molestó, apartándole la mano con brusquedad-
—Acababas de decirme que viste a Blanca Nieves. ¿Esto es ser normal? No lo creo.
—Y así fue.
—¿Y también tenía la cesta de flores? –le pregunto Mía riendo-
—¿De que hablas? ¿Qué cesta?
—No me dijiste que viste a Blanca Nieves. –dijo en tono burlón-
—Me refería a la policía.
—¿A quien? –grito asustada, atrayendo la atención de los demás, otra vez-
—¡Baja la voz!

—De verdad esa gente no sabe hablar en voz baja. –soltó Candy-
—No quiere cambiar el tema. Empieza a aburrirme. –replicó Tomas-
—No. –le dijo antes de girarse a mirar por la ventana-
Ese hombre la sacaba de quicio, con su voz arrogante, su sonrisa burlona y la seguridad de sus palabras. Hubiera preferido sentarse en el ala del avión que a su lado.
Tomas se quedo mirándola, desde que ella se giro.
¿Cómo podía una persona estar en un contraste tan grande? Tenía el pelo como el fuego, en cambio la mirada era fría como el hielo. Y la voz... la voz parecía veneno... ¿cómo serían sus labios?, se pregunto casi sin darse cuenta.

—A ver, ¿de que policía me hablas?
—De la que estaba en la sala de monitores la otra noche.
—¡Oh! ¿Estas seguro?
—Créeme, una cara como la de ella no se olvida.
—Vaya... será que sabe algo... –Giovanni se encogió de hombros-Entonces, ¿qué hace aquí?
—Y yo que sé.

Minutos más tarde, cuando todo parecía haberse calmado, por fin, se escucho la voz de una azafata diciendo:
—Señores, prepárense porque vamos a aterrizar.

—¿No oíste? –le pregunto Tomas a su compañera- Buen momento encontró para dormirse. –añadió al ver que ella no le contestaba- Señorita… –le dijo poniéndole una mano en el hombro-
Y antes de añadir nada más, ella brinco en su asiento, despertando de golpe.
—¿Qué? ¿Qué paso? ¿Dónde están?
—¿Quiénes? –preguntó él confundido-
—Ah… estoy en el avión.
—Así parece. Yo también pensaba que estaba en una playa, pero ya ve... la verdad es cruel.
Candy lo fulminó con la mirada y luego le preguntó entre dientes:
—¿Por qué me despertó?
—Vamos a aterrizar.
—¿Ya? –preguntó horrorizada y aliviada a la vez-
No soportaba cuando el avión aterrizaba.
—Sí.
Dentro de poco el avión toco suelo e hizo algunos movimientos bruscos. En ese momento Candy estaba al límite de sus nervios. Agarro la mano a Tomas, que al instante poso su mirada en sus manos como si le había mostrado la quinta maravilla del mundo. Le apretaba la mano mientras miraba en blanco y el hombre pensó que ella se iba a desmayar. Pero al siguiente momento el avión ya marchaba bien y no se sentía nada más que la gran velocidad a la que iba.
La gente empezó a aplaudir, menos dos personas. Al oír el ruido, la mujer reacciono y después de ver lo que acababa de hacer soltó la mano del hombre como si la hubiera quemado.
—Hasta aquí pagamos. –soltó Tomas rompiendo el silencio-
—Por fin llegamos. –murmuró Candy aliviada-
—¿Tiene miedo a volar? –le pregunto Tomas en un tono tan suave que la sorprendió, pues, desde que se habían conocido sólo le hablaba con ironía-
—Sólo a aterrizar. –contesto ella, evitando mirarlo-
Se sentía bastante incomoda con sus preguntas, además, ¿a él que le importaba?
—Y entonces, ¿por qué viaja? Digo, en avión...
—Y como quisieras que llegase aquí, ¿nadando? –replicó, mirándolo molesta-
—No es mala idea. –contestó con una sonrisa- Así tal vez, se te ahogaría la arrogancia. –añadió antes de levantarse y encaminarse a la salida-
—¿Yo, arrogante? –susurro ella sorprendida, le quiso decir otra cosa, pero él ya había salido y mejor ella también seguiría su ejemplo o se quedaría en el avión-
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lea

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MensajeTema: Re: Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas   Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas EmptyVie Jul 24, 2009 9:54 pm

misi no me acuerdo cual es tu email. dimelo para enviarte mi libro. Luego comento. que no lo he leido aun. Embarassed

xoxo
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firiel

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MensajeTema: Re: Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas   Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas EmptyVie Jul 24, 2009 9:55 pm

jajajajajajaja, vaya par.... amé a Giovanni, ese es mío cierto? jajajajajaja...
esperando el próximo capítulo
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Misi

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MensajeTema: Re: Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas   Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas EmptyVie Jul 24, 2009 9:59 pm

Lea, mi e-mail es ... dulce_mirela@hotmail.com Wink

Oh y firiel... no sabría contestarte... ¿como se los repartisteis, finalmente? scratch
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Yoli

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MensajeTema: Re: Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas   Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas EmptyVie Jul 24, 2009 10:21 pm

mi chico es Jason verdad?? Very Happy

jajajaja menuda sorpresa se han llevado Tomas y Giovanni al encontrarse con Candy y Sam XD jeje
Mia y Jay tropezaron pero ella ni se fijo,
la cosa se pone interesante bounce
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MensajeTema: Re: Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas   Saga: La Rosa (libro 1) - Vacaciones Peligrosas EmptyVie Jul 24, 2009 11:10 pm

jajajaja giovanni con la blancanieves!!! y mnia le dice de los enanitos en el ala del avion!!!!! jajajajajajaja


Uy mi tom,y candy se tropezaron en el aeropuerto..... ycandy le pareció conocido...

esperando mas!
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