Lea me conmovió asi que aquí sigo.... esto se puso bueno así de repente...
Meredith Bonelli se abría paso de forma casi desesperada entre los visitantes del cementerio buscando con la mirada la inconfundible figura de Alexion. Desde que lograra abandonar la casa de Rasmus había intentado localizarlo sólo para ser enviada al buzón de voz. Al final había sido Ras el que le había indicado que Alex por lo general iba a visitar a sus padres en la tarde, así que armándose de valor había tomado sus cosas y había partido con un papel que su mismo cuñado le había dibujado como mapa.
Así que ahí estaba ahora, peleando con su bonito paraguas de diseño que Tessa le había regalado entrando en aquel lugar reservado para la muerte.
Estaba nerviosa y bastante tensa. A pesar de que luego de haber llegado a casa y haber subido la habitación, había estado dándole vueltas al asunto y había llegado o, mejor dicho, se había convencido de que todo podía haber sido un mal entendido, igual estaba temerosa de verlo y constatar que todo podía haber sido verdad.
Una vez dentro del lugar comenzó a seguir las instrucciones que estaban escritas en el papel obviando la frialdad de la tarde y de lo oscuro que ya estaba. Los nubarrones y las pequeñas gotas que caían lentamente hacían correr los pocos visitantes que iban quedando en el lugar y que la miraban extrañado por osar pasear a esas horas y con esas condiciones de tiempo por el lugar santo.
Debía reconocer que el terreno se veía más tétrico de lo habitual teniendo presente que el clima no acompañaba mucho, aun así se internó entre el primer pasillo de nichos para avanzar y adentrarse en la zona antigua del lugar, el cual acunaba los mausoleos de las familias más antiguas de Santiago y, por qué no, del país.
El viento frío parecía aumentar a ratos meciendo las ramas marchitas de los árboles que adornaban el lugar, y el cemento y el frío mármol de los mausoleos más acaudalados entregaban una visión digna de película de terror. Aun así siguió su camino, mirando para todos lados a ver si encontraba la tumba que pertenecía a los Ruston, hasta que la halló.
Sobresalía majestuosa como una reina caída. Los dos ángeles blancos miraban hacia el cielo en una silenciosa súplica y los lirios adornaban por montón uno de los nichos, el cual debía pertenecer a los padres de Alexion.
Miró para todos lados y vio con decepción que quien buscaba ya no estaba en aquella zona. Aun así volvió su vista al interior del mausoleo y observó el intrincado trabajo que adornaba aquel lugar de descanso. Los trabajos en oro y mármol se combinaban en perfecta armonía dando un diseño lujoso, pero no ostentoso. Pestañó nerviosa y rodeó el frío metal de la reja dorada, para dejar escapar un suspiro.
—Espero no molestar —susurró sintiéndose un poco incómoda, después de todo era una extraña en aquel sintió—. Sólo venía en busca de su hijo… emmm. Dios, debo estar enloqueciendo —habló sonriendo ante la verdad de sus palabras.
Estar ahí la hacía sentirse como invasora a la intimidad de la familia de Alex, además de observada y juzgada. Después de todo prácticamente era una desconocida para los que descansaban en aquella bonita tumba, lo más lógico era que estuviera allí con Alexion y no sola. Dejó de sonreír y apoyó la frente en la reja para cerrar los ojos y suspirar cansinamente.
—Si tan sólo supiera dónde se metió —murmuró inconciente que alguien la observaba desde la sombra.
La oscuridad iba ganando la partida y las luces de los faros se encendieron dejando al descubierto un sinfín de juegos de sombras que era realmente terroríficas. Meredith miró a su alrededor y decidió que ya era hora de salir del lugar, ya que si no lo hacía de todas formas el nochero pasaría por ahí acarreando a las últimas personas que iban quedando, además lo más seguro era que Alexion hace rato ya que se hubiese marchado.
Volvió a sacar el celular y volvió a marcar el número de Alexion sólo para conseguir nuevamente ser desviada al buzón de voz. Aquello era demasiado extraño ya que Alex jamás apagaba el celular, lo que podía significar que estaba en algún lugar que no tenía cobertura, pensar en lo último logró que el pecho se le apretara, ¿y si no quería ser ubicado porque estaba con aquella pelirroja? Apretó los dientes y agitó la cabeza buscando apartar aquella idea, se había prometido no sacar conclusiones precipitadas sin tener las pruebas concretas.
El viento había aumentado considerablemente y el frío comenzaba a colarse por su abrigo negro. Abrió su cartera y extrajo su gorro de lana que combinaba con su chaqueta y se lo calzó para así entrar en calor. Las sombras se movían provocando que quisiera salir huyendo de ahí.
De las tres amigas, ella siempre había sido la que mejor había soportado las maratones de películas de terror que organizaban, pero eso jamás había significado que no sucumbía al miedo, mejor dicho, ella era de esas que sudaba frío, pero que jamás gritaba como lo hacía Tessa. Así que estar en el cementerio, quizás siendo la única que quedaba a parte del cuidador, prácticamente a oscuras no era como deseaba pasar aquel día.
Se giró dispuesta a salir de ahí sólo para dar un salto que le dejó prácticamente con el alma en el cielo. Ante ella estaba un hombre que vestía el uniforme de la guardia del lugar. Llevaba una linterna en su mano que alumbraba en su dirección sin darle en la cara.
—Gracias a Dios que es usted, ya me iba —le dijo llevándose una mano al pecho y suspirando aliviada. El hombre a quien no le veía muy bien el rostro no se movió un ápice.
—No me dirá que le tiene miedo a los muertos, señorita —le contestó con una voz rasposa que le erizó la piel—. Hay que temerle a los vivos, son ellos los que hacen verdadero daño —agregó dando un paso hacia ella.
Meredith tragó saliva sintiéndose nerviosa. Aquel hombre no era normal o era ella la que estaba demasiado susceptible.
—Claro, sí… yo sólo… bueno ya sabe, la mente humana teme a lo desconocido —le respondió sonriéndole y retrocediendo inconcientemente.
—Me teme —sentenció con aquel tono que lo único que hacia era aumentar su miedo.
—No, cómo cree…
No pudo terminar porque un grito escapó de su boca cuando una explosión rompió la noche a unos metros del lugar donde se encontraba. Giró su mirada sólo para ver el humo ascendiendo fantasmagóricamente.
Su pulso se disparó y el sudor comenzó a caer por su frente. Con la respiración acelerado su mente comenzó a funcionar a mil por horas.
—¿Y ahora? —la pregunta vino demasiado cerca y no se equivocó en su percepción porque cuando giró encontró al sujeto frente a suyo con una mirada de enloquecido y una sonrisa que le recordó a Marcus, sólo que no era él—. Prometo que no le haré daño… todavía —agregó justo en el momento en que otra detonación sonaba haciendo temblar la tierra.
Su reacción fue instintiva y dándole un golpe al sujeto en la entrepierna salió corriendo a ciegas con sólo la idea de huir lo más lejos de aquel lugar donde se encontraba aquel demente que tras recuperarse había salido a la siga suya.
Jamás había sido buena para los ejercicios, pero su adrenalina había alcanzado niveles inhumanos que la hacía huir sin sentir cansancio. Sólo el corazón le latía a una velocidad abismal que la hacía consiente de su persona.
Los pasos del hombre sonaban más cercano y lo único que podía hacer era seguir corriendo y rezar para que no la atrapara.
¿En qué jodida mierda se había metido? Se preguntó obviando todas las mal sonantes palabras que se iban formando en su cabeza.
No debería haberse quedado, es más tal vez ni siquiera debería haber ido a ese lugar. Siempre podía haber llegado al departamento de Alexion donde era más seguro encontrarlo que en ese enorme espacio en donde lo único que habían era restos de personas que hace rato que habían partido del mundo de los vivos y que no podrían ayudarla si aquel maniático decidía matarla.
—No huyas, bonita, si no te cazo yo, lo hará otro de los que está aquí —le gritó soltando una carcajada.
Maldición, lo que le faltaba. ¿Había otros? ¿Qué clases de otros? Sintió las lágrimas punzar y sintió que el corazón se le detenía por la angustia. No quería estar ahí, no quería morir.
Otra explosión y esta vez mucho más cerca que la hizo detenerse sólo para darle ventaja al sujeto que la perseguía. Una oleada de terror la inundó dejándola sin aire y lo siguiente que supo fue que estaba ante el sujeto sintiendo el miedo más terrible que la hicieron doblarse y llorar.
—¿Ves? Le dije que a quien debía temerle era a los vivos, señorita —le murmuró para luego ser expulsado hacia atrás por una ráfaga de aire. El miedo se esfumó tan rápido como la había envuelto. Así que sin desaprovechar la oportunidad, se giró para chocar de lleno ante un cuerpo que no conocía, pero que le era familiar.
Abrió la boca para gritar pero una mano le cerró los labios y el rostro de Alexion entró en su campo de visión, mirándolo entre sorprendido e irritado.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó frunciendo el ceño, pero sin despegar su mano de su boca—. No, no me lo digas —susurró, mirando hacia su espalda para luego volverla para mirar sobre ella—. Dios, esto no pinta bien. No grites ni me digas nada, tenemos que movernos en silencio este lugar está atestado de nigromantes —le explicó hablando cada vez más despacio, sin embargo, parecía tranquilo mientras que ella estaba frenética.
Le retiró la mano de la boca y apenas lo hizo ella se lanzó a sus brazos y lo cubrió de besos que él recibió sin entender mucho.
—¿Eso significa que me perdonas? —le preguntó deteniéndola y apartándola un centímetro para mirarla a los ojos en medio de la penumbra.
Ella lo observó y olvidándose que estaba en medio de un campo de caza se volvió a lanzar a sus brazos.
—Sácame de aquí y te perdono todas las veces que quieras —gimoteó no temiendo demostrar su terror frente a lo que estaba pasando.
Lo escuchó soltar un suspiró de alivio para luego tomarla de la mano y mirarla seriamente. Jamás lo había visto así, estaba con el ceño fruncido y a pesar de que se veía inhumanamente calmado, todos sus sentidos estaban alerta.
—Lo primero que haremos es salir de aquí. Marcus va detrás de mí, logré burlarlo, pero no tardará en dar conmigo nuevamente. Además, por lo que dijo, hay muchos más en este sector. Así que mantén todos tus sentidos alertas y haz lo que te diga.
Ella asintió frenética apretando su mano. El corazón le latía a mil por hora, pero no dejaría que el temor la paralizara, porque eso podría significar entregarse en bandeja.
Alexion la sujetó más firmemente y la obligó a caminar detrás suyo de una forma tal que quedaba cubierta la mayor parte. Si había un ataque sorpresa lo más probable era que él se llevara la peor parte, aquello la asustó, pero no dijo nada.
—Mere —le llamó después de un rato de caminar a tientas por el lugar, en un tono de voz casi inaudible. Ella le apretó la mano en señal de respuesta—. Te juro que lo que viste ayer no fue… —Se detuvo y supo por el silencio y la forma de sujetar su mano de que estaba inseguro, aquello la enterneció ¿cómo había podido dudar de él?
—Ya hablaremos de eso, Alex —le contestó con dulzura—. Ahora hay que salir de aquí —agregó mirando en vano entre la oscuridad.
Por cada centímetro que avanzaban parecía que la oscuridad se hacía más densa y lo peor era que los sonidos parecían amplificados por mil.
—Están apagando las luces —sentenció Alexion haciéndola estremecer—. Mierda, quieren tendernos una tela de araña, malditos bastardos —gruñó por lo bajo girándose para a mirarla la tiempo que un nuevo foco se apagaba.
—¿Qué haremos? —le preguntó sonando más desesperada de lo que quería, pero era para estarlo, ellos eran el ganado que iba a ser cazado.
—Conozco este lugar, he estado muchas veces por estos lados. Aún estamos en el sector antiguo del cementerio, porque hemos ido internándonos hasta retroceder al límite del terreno—le explicó atrayéndola hacia sí para calmarla—. No, no, pequeña, no te estreses. Hay una salida en la parte trasera del cementerio que hace mucho que no se ocupa, pero que es posible saltar —agregó.
Ella tragó saliva y se obligó a mantener la cabeza en una línea de pensamiento fría que le permitiera discernir correctamente.
—Bien, estamos cerca. En caso de que… —se detuvo para mirar sobre su hombro, inmediatamente se tensó lo que le dijo que no tenían tanta ventaja. Volvió a fijar sus ojos en los suyos y con la voz firme volvió a hablar—. La puerta está a tres pabellones más, teniendo en cuenta de que estamos en uno horizontal, lo único que tienes que hacer es correr por un pasillo que cruce este sin desviarte y llegaras a la puerta, sáltala y huye… Mierda —se detuvo para volver a mirar sobre su hombro y sin darle más explicaciones la empujó hacia un nicho de granito justo en el momento que una detonación volaba a una tumba a tres metros de ellos.
—Yo lo entretendré. Ya sabes lo que tienes que hacer —le murmuró Alexion al oído mientras explotaba un mausoleo que levantó una lluvia de escombros y polvo.
—No te dejaré —prácticamente le gritó entendiendo lo que él quería decirle.
—Sí, debes hacerlo… si mis sentidos y mis cálculos no me engañan la mayoría de los nigromantes está en la zona nueva, es decir, delante de nosotros y no en esta parte —le explicó empujándola en dirección a la tumba siguiente justo antes de que su anterior refugio explotara en mil pedazos.
—No es por eso, Alexion. No puedo dejarte —le explicó en un susurro ahogado.
Él suspiró para luego mesarse el cabello.
—Y yo no puedo tenerte aquí sabiendo que corres peligro. Por favor, hazme caso —le pidió—. No hay tiempo, ¿sientes cómo se acercan? —le preguntó.
—Me aburrí de jueguitos, Ruston —la voz de Marcus rompió el aire haciéndola estremecer—. Haremos un trato, niño rico. Tú me entregas el medallón que cuelga de tu novia y la dejo marchar sana y salva —le gritó provocando que el eco expandiera su voz—. Si no lo haces no sólo tú morirás esta noche, sino también tu adorable mujercita que no dudaré en usarla antes de desgarrarle el precioso cuello que tiene —sentenció seguido de un coro de risas que los dejó a ambos tensos y nerviosos—. Y bien, Alexion Ruston, ¿serás capaz de sacrificar a tu novia para no entregarme el medallón o aceptarás mi trato? —preguntó haciendo explotar el suelo justo al lado donde ellos se encontraban dejando un cráter que les indicó que hablaba muy en serio.